Cada año, muchas personas vemos enero como una oportunidad para reiniciar, establecer nuevos objetivos y mejorar diferentes aspectos de nuestra vida. Los propósitos de año nuevo son una tradición que también generar frustración cuando no se logran. Esto sucede a menudo porque no se estructuran de manera efectiva. Para maximizar las posibilidades de éxito, los propósitos deben ser concisos, realizables y específicos. En este artículo, analizaré por qué estas tres características son esenciales y cómo aplicarlas a la hora de fijar nuestros objetivos.
La emoción del nuevo comienzo
El cambio de año nos da una sensación de posibilidad y esperanza. Las personas somos naturalmente propensas a buscar el progreso y el crecimiento, y el año nuevo simboliza la oportunidad perfecta para hacerlo. Sin embargo, muchas veces los propósitos se formulan de manera excesivamente ambiciosa. Aunque es positivo aspirar a grandes cambios, es fundamental que nuestros objetivos no solo se basen en la emoción del momento, sino que también estén sustentados en una planificación efectiva.
Cuando establecemos metas demasiado generales, corremos el riesgo de perder el foco. Por ello, es importante aplicar estrategias que nos ayuden a desglosar nuestros deseos en metas alcanzables.
La importancia de que sean concisos
Un error común es formular propósitos largos. Si bien puede parecer que cuanto más detallados, mejor, en realidad, la claridad es clave. Un propósito conciso es fácil de recordar y de seguir.
Veamos algunos ejemplos de cómo un propósito claro y corto es más efectivo:
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Vago
«Quiero hacer deporte»
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Conciso
«Voy a ir al gimnasio tres veces a la semana»
El segundo ejemplo es mucho más fácil de implementar, ya que se enfoca en una acción concreta y limitada en el tiempo. Cuanto más preciso y breve sea el enunciado del propósito, más sencillo será comprometerse con él y seguirlo. Además, un objetivo conciso nos permite hacer un seguimiento de nuestro progreso, algo que motiva y refuerza el hábito.
Otro beneficio de la concisión es que evita la sobrecarga cognitiva. Cuando intentamos abordar demasiadas cosas a la vez, nuestra capacidad de concentración y motivación se diluye. Es más productivo establecer uno o dos propósitos concisos, que diez propósitos vagos que generen ansiedad.
Realizables: el equilibrio entre reto y posibilidad
La siguiente clave para tener éxito con los propósitos de año nuevo es asegurarse de que sean realizables. La mayoría de nosotros queremos un cambio drástico al iniciar el año, lo que puede llevarnos a plantear metas irreales.
Un propósito realizable es aquel que podemos cumplir con los recursos y el tiempo que tenemos. Esto no significa que los objetivos no deban ser desafiantes, pero deben estar dentro de nuestras posibilidades. De lo contrario, solo se generará frustración y abandono. En términos psicológicos, esto está relacionado con el concepto de «autoeficacia», la creencia en la propia capacidad de lograr una meta. Si fijamos objetivos imposibles, socavamos nuestra autoeficacia, lo que a su vez disminuye la motivación.
Cómo saber si un propósito es realizable
Para evaluar si un propósito es factible, podemos utilizar el método SMART (por sus siglas en inglés: Specific, Measurable, Achievable, Relevant, Time-bound). Apliquemos este modelo a un ejemplo:
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Propósito
«Quiero perder 10 kilos en dos semanas.»
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Realizable
Este propósito no es alcanzable en ese tiempo, ya que la pérdida de peso saludable se demora más. Ajustarlo a algo más viable, como «Quiero perder 5 kilos para mis vacaciones de verano» es una meta que se alinea mejor con la realidad.
El sentido de logro al cumplir pequeñas metas realistas genera un ciclo positivo de motivación. Cumplir con una primera meta pequeña abre el camino para fijar nuevas metas más ambiciosas pero dentro de lo realizable.
Específicos: de lo general a lo concreto
Finalmente, es crucial que los propósitos sean específicos. Cuanto más concreto sea un objetivo, más fácil será planear cómo alcanzarlo. En psicología, este enfoque ayuda a reducir la procrastinación. Un propósito específico debe estar bien definido y no dejar espacio para la interpretación ambigua.
¿Qué hace que un propósito sea específico?
Un propósito específico responde a las preguntas: ¿qué quiero lograr?, ¿cómo lo voy a hacer?, ¿cuándo lo haré?, y ¿qué pasos tomaré para lograrlo?
Comparemos estos dos ejemplos:
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Vago
«Quiero llevar una vida más sana”
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Específico
«No voy a tomar refrescos en las comidas de entre semana»
En este caso, el segundo propósito especifica una acción concreta (no beber refrescos a diario), y da un contexto sobre cómo se implementará. Esto no deja lugar a dudas sobre qué debe hacerse, y la acción es clara y medible.
La especificidad también es útil para desglosar objetivos grandes en pequeños pasos manejables. Si tu meta es «aprender un nuevo idioma», es más útil formular algo como «voy a practicar inglés 15 minutos al día usando una aplicación de idiomas». Este enfoque paso a paso convierte la tarea en algo alcanzable.
La relación entre claridad y compromiso
Es importante mencionar que la claridad en los propósitos también tiene un impacto en nuestro nivel de compromiso. Un estudio realizado por el psicólogo social Peter Gollwitzer mostró que las personas que implementan “planes de implementación” (es decir, pasos concretos para alcanzar un objetivo) tienen más éxito que aquellas que solo se plantean objetivos generales.
Por ejemplo, en lugar de decir «voy a hacer más ejercicio», un plan de implementación sería «voy a apuntarme al gimnasio para ir martes y jueves al salir del trabajo». Al ser más claro sobre el “cómo”, “dónde” y “cuándo”, nuestro cerebro comienza a visualizar el proceso y nos prepara para actuar.
Conclusión: haciendo del cambio una realidad
Al final, los propósitos de Año Nuevo son una herramienta para el cambio personal, pero solo si se establecen correctamente. Para evitar la frustración y el abandono, es esencial que nuestros objetivos sean concisos, realizables y específicos. Esto no solo aumenta la probabilidad de éxito, sino que también nos brinda una sensación de control y dirección.
Es importante recordar que los cambios significativos no ocurren de la noche a la mañana. Los pequeños pasos en el tiempo conducen a resultados más plausibles. Y lo más importante, no debemos castigarnos por los contratiempos; parte del proceso es aprender y ajustarnos sobre la marcha.