Crónica de la maratón de Berlín, 2025. Parte 1.

Como psicóloga, paso mis días ayudando a otros a gestionar sus problemas. Hablamos de priorización, de la importancia de ser tu mejor amigo en lugar de un ser tu peor juez y de la necesidad de establecer límites. Conozco la teoría. Me la sé de memoria.

Pero, ¿qué sucede cuando la vida real —con sus demandas laborales, personales e imprevistos— irrumpe y te desarma los planes? Sucede que la teoría, a pesar de ser correcta, a veces duele al aplicarla.

He estado ausente de mis redes sociales por un tiempo. La razón no es otra que esta: la certeza de que llegar a todo es imposible y que la única vía de bienestar es la priorización. Tuve que pulsar el botón de pausa en un área (la presencia digital) para poder seguir activa y enfocada en otras dos (mi trabajo y mi entrenamiento).

Y mientras la vida sucedía, yo seguía entrenando. Y, finalmente, saqué el tiempo necesario —exactamente 3:57:51— para cruzar la meta y convertirme en maratoniana. La experiencia de correr 42.195 kilómetros, especialmente en las circunstancias que luego os contaré, ha sido la más reveladora e intensa para poner a prueba todo lo que predico en consulta.

La conclusión es clara: la maratón no solo es una prueba física; es un máster intensivo en psicología aplicada que te enseña a manejar la adversidad, la gratitud y la importancia del privilegio cotidiano.

Preparación física y mental: el lado sencillo de la ecuación

La gente suele preguntar: «¿Cómo te preparas físicamente?». Y mi respuesta, tanto como corredora y como psicóloga, es que la preparación física y la preparación mental son, paradójicamente, el lado más «sencillo» de la preparación para una maratón.

Son sencillos porque son predecibles y metodológicos. La mente se entrena con la misma rigidez que las piernas. Hay dos elementos clave, que son la disciplina y la visualización.

  1. El rigor de la disciplina y el autodiálogo

El entrenamiento físico para una maratón requiere disciplina (levantarse a correr cuando no quieres) y tolerancia a la incomodidad (aguantar los entrenamientos, que pueden llegar a ser muy intensos). Estas son, en esencia, habilidades psicológicas fundamentales. Cada carrera es una sesión de terapia de exposición: te expones voluntariamente a una situación incómoda (el esfuerzo) y te enseñas a ti mismo que eres capaz de soportarla y superarla.

El autodiálogo es la clave de este entrenamiento invisible. ¿Qué te dices cuando las piernas queman? ¿Te conviertes en ese juez que te grita «eres débil» o en el amigo que te recuerda «ya has pasado por esto, solo aguanta 5 minutos más»? La maratón obliga a elegir constantemente. Y la elección que haces en el kilómetro 35 es la que has estado practicando durante meses en el entrenamiento.

  1. Visualización

Antes de Berlín, dediqué tiempo a la visualización. No solo visualizar cruzar la meta, sino, de visualizar los puntos de dolor y las crisis (el temido muro). Al visualizar la crisis, ya la he procesado emocionalmente antes de que ocurra, dotándola de menos poder real. Entrenar el cuerpo es entrenar la capacidad de volver al aquí y ahora cuando la mente amenaza con huir.

La preparación emocional: el terreno inexplorado de la maratón

Si la preparación física y mental es el 80% del trabajo, la preparación emocional es el 20%. Es la que aparece sin avisar y la que marca la diferencia entre el éxito y el abandono. Y, honestamente, nada nos prepara emocionalmente para terminar una maratón.

La carga emocional es inmensa. Es una mezcla de:

  • Miedo al fracaso: La ansiedad por no cumplir el objetivo de tiempo o, peor aún, por no terminar.
  • Gestión del dolor intrínseco: El dolor físico se mezcla con la duda existencial.
  • El impacto del logro: La avalancha de emoción al cruzar la meta, un sentimiento que sobrepasa lo físico

El verdadero desafío de la maratón es aprender a abrazar la incomodidad sin huir. Es la rendición de la voluntad ante el esfuerzo.

Dos anécdotas de vida: cuando los imprevistos son la prueba final

Berlín, mi primera maratón, me dio dos lecciones  sobre cómo en la vida real —y en la maratón— se trata de lidiar con los imprevistos.

  1. La gestión del clima: aceptación

La primera anécdota fue el clima. Corrimos la maratón de Berlín más cálida en 30 años. Creédme, ni entrenar en el interior peninsular en julio y agosto te prepara para eso. El plan de carrera que había entrenado durante meses, basado en un ritmo y unas pulsaciones concretas, salió por los aires antes de llegar al km5.

Aquí es donde entra la aceptación. No puedes controlar el clima, solo puedes controlar tu respuesta a él. La opción era quejarme y hundirme, o reajustar el objetivo: no sería de tiempo, sino de supervivencia con disfrute. Tuve que renunciar a mi marca soñada para llegar sana a la meta. La maratón no es de correr, es de adaptarse y gestionar la energía mental.

  1. El caos del viaje: flexibilidad cognitiva

La segunda anécdota ocurrió fuera de la carrera, pero definió el proceso: un ciberataque al aeropuerto de Berlín provocó la cancelación de mi vuelo, la pérdida de mi conexión, y un viaje de 18 horas de vuelta, incluyendo un viaje en tren de más de 400km.

Todo esto después de haber corrido. El resultado: una prueba de paciencia. ¿De qué va esto? De flexibilidad cognitiva. La vida, al igual que una carrera de 42K, es una serie ininterrumpida de solución de problemas. La clave no es evitar los problemas, sino no permitir que el shock emocional del problema te paralice.

Gratitud y el privilegio de lo cotidiano

Al cruzar la meta, la palabra que se me vino a la mete fue gratitud. Gratitud porque, más allá del logro físico, el mero hecho de haber podido correr es un privilegio.

A menudo pasamos por alto que lo más cotidiano es un lujo para muchos:

  • Tener un cuerpo sano que nos permite movernos.
  • Disponer de tiempo para dedicar a nuestras pasiones.
  • Contar con una red de apoyo (familia, amigos) que te alienta y te espera.
  • Tener medios económicos y de salud para plantearse un desafío así.

La maratón me ha enseñado a ver la vida no como un derecho, sino como un regalo. El verdadero éxito no fue el tiempo o la medalla, sino vivir el sueño.

Reposta tus objetivos: la gasolina de la vida

Mi experiencia me confirma que los objetivos son la gasolina de la vida. Nos dan dirección, un porqué para la disciplina y una estructura para nuestro bienestar mental.

Ahora, con la maratón cumplida, ya estoy planeando nuevos objetivos. No solo en el running, sino en mi práctica profesional y en mi vida personal.

Te invito a que, al igual que en una maratón, te detengas a repostar. Fija tu próximo objetivo, no importa que sea grande o pequeño. Utiliza la mentalidad maratoniana —disciplina, autocompasión y flexibilidad para los imprevistos— para enfrentarte a la vida. Y recuerda: tú puedes ser tu mejor amigo, o tu peor juez. Elige el rol que te llevará más lejos.

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