Las rupturas amorosas son una de las experiencias más dolorosas que podemos enfrentar. No importa la duración de la relación; el proceso de separación deja una huella en nuestra vida emocional. Entender las fases del duelo tras una ruptura y aprender a manejarlas es esencial para el crecimiento personal. El duelo se compone de cuatro fases, que son:
Fase 1: Negación y Shock
El primer impacto de una ruptura es muy intenso. La negación y el shock son respuestas naturales a una pérdida. Durante esta fase es común que las personas se sientan incapaces de aceptar que la relación ha terminado. Los pensamientos rumiativos, como «esto no puede estar sucediendo» o «todo esto es una pesadilla» son muy frecuentes en esta etapa. También lo es mantener la esperanza de que es solo una pelea y que todo se resolverá pronto.
Es importante permitir sentir estas emociones, sin caer en la invalidación. El shock inicial es una defensa psicológica que protege de la intensidad del dolor, por lo que hablar con amigos o familiares puede aliviar la carga emocional. Si la persona no es capaz de volver a su rutina, sería conveniente que solicitara ayuda profesional.
Fase 2: Ira y Culpa
Una vez que la negación comienza a desvanecerse, la ira puede surgir de manera inesperada. Esta etapa se caracteriza por el enfado con uno mismo, con una ex pareja o con las circunstancias que llevaron a la ruptura. Este enojo puede estar acompañado de sentimientos de culpa y cuestionamientos sobre lo que se podría haber hecho diferente. Es importante recordar que las personas tenemos poder limitados sobre las circunstancias que suceden en nuestra vida y que no todo depende de nosotros. Como se suele decir, life happens.
Durante esta etapa es importante canalizar la ira de manera saludable. El ejercicio físico puede ser una excelente forma de liberar la tensión acumulada. También se puede considerar escribir en un diario, lo que facilita el desahogo.
Fase 3: Negociación y Búsqueda de Soluciones
La fase de negociación se caracteriza por un intenso deseo de revertir la situación. Los pensamientos en forma de interrogación como «¿Y si…?» y «¿Qué pasaría si…?» » o «¿Qué puedo hacer para que vuelva?» son frecuentes. Esta etapa puede ser especialmente difícil porque la idea de la esperanza de la reconciliación es constante, pero la posibilidad de que suceda no está garantizada.
Es fundamental recordar que la negociación es una parte natural del proceso de duelo. Sin embargo, se debe evitar la tentación de actuar por impulso. En lugar de buscar soluciones rápidas para aliviar el dolor, es necesario aceptar la realidad. Esto implica establecer nuevos objetivos o comenzar aficiones nuevas. No es olvidar, pero sí crear nuevas rutinas y momentos.
Fase 4: Depresión y Tristeza
Cuando la realidad de la pérdida se asienta, la tristeza pasa a tomar el protagonismo. Esta es una fase abrumadora, caracterizada por la sensación de vacío, desesperanza y melancolía. Es normal experimentar síntomas como la astenia, cambios en el apetito, insomnio y dificultad para concentrarse. Durante esta etapa la autocompasión es clave. Sentir la tristeza sin apresurarte versus superar la ruptura. El pasado no desaparece y actuar como si la relación no hubiera existido no es la solución. Es común buscar otras vías de escape para no sentir la tristeza, como enlazar relaciones continuamente para no estar solo o llenar el día de actividades para no tener un momento libre para pensar.