Semana 0/16 de preparación de la Maratón de Berlín

Correr una maratón a principios de otoño significa que el entrenamiento coincide con los meses de verano. Aun tolerando bien el calor -no es mi caso-, entrenar cuando las temperaturas mínimas no bajan de 22ºC y las máximas se acercan a los 40ºC durante casi dos meses se convierte en el factor más importante de la preparación.

Como psicóloga y corredora, he vivido muchas veces cómo la preparación para una carrera se convierte en una metáfora de la vida. El esfuerzo y dedicación que supone preparar una prueba de resistencia no es diferente al esfuerzo que supone atravesar momentos complicados en la vida. Por eso, he decidido compartir durante 16 semanas mi preparación desde dentro, a modo de diario, para mostrar no solo el aspecto físico del entrenamiento, sino también el mental y emocional.

Y no puedo pensar en un mejor punto de partida que el que estoy sufriendo ahora mismo: entrenar con calor.

Cuando el cuerpo se resiste y la mente se activa

Vivo en una zona donde los veranos son duros. El asfalto quema, el sol es una constante durante tres meses y salir a correr puede parecer una locura. ¿Qué se hace cuando el panorama es así durante una cuarta parte del año? Pues madrugar, porque entrenar al caer el sol no es una opción viable porque a las 22:00 la temperatura es todavía elevada. Madrugar significa levantarse a las 5:00 para empezar a correr a las 6:00 en las semanas de más calor y más luz solar, que abarca casi todo el mes de junio, todo el mes de julio y mínimo la mitad de agosto.

Lo que más me ha sorprendido estos días previos a la preparación en sí no ha sido tanto el esfuerzo físico, que por supuesto está ahí, sino la cantidad de pensamientos que me han surgido al correr en estas condiciones. Porque no nos vamos a engañar, los momentos en los que vas a pensar “¿qué hago yo haciendo esto?” van a ser muy numerosos.

La mente se vuelve más ruidosa cuando el cuerpo está incómodo. Frases como “no hace falta que hagas tantos kilómetros”, “quizás no estás preparada para esto”, “con este calor no vas a rendir nada”, aparecen como si quisieran protegerme pero también como una forma de auto-sabotaje.

Y ahí es donde entra mi formación como psicóloga: en poder escuchar esos pensamientos sin dejar que tomen el control. Observarlos, validarlos —porque es cierto, hace mucho calor y no es fácil—, pero no necesariamente creerlos ni obedecerlos. Porque sí, el cuerpo te dice que pares, así que no queda otra que delegar en la mente para cumplir con el entrenamiento.

Aprender a ajustar, no a rendirse

Una de las lecciones más importantes que me ha enseñado el deporte es la diferencia entre ajustar y rendirse. Cuando entrenas con calor, necesitas cambiar cosas. No puedes correr a los mismos ritmos que correrías con 15 grados menos. Necesitas beber más agua o ajustar el horario de entrenamiento, sí pero sobre todo necesitas ser flexible con tu exigencia.

Como psicóloga, veo muchas veces cómo la rigidez interna es una de las fuentes principales de malestar. Esa idea de que “si no lo hago perfecto, no vale”, o “si no rindo al máximo, no estoy haciendo suficiente”, aparece en muchos contextos de la vida: en el trabajo, en las relaciones y también en el deporte.

Entrenar con calor me ha enfrentado con mi propio perfeccionismo. ¿Qué pasa si no cumplo el ritmo que me había marcado? ¿Y si ese día solo puedo hacer la mitad del recorrido? Por mucho que intentes relativizar, la presión por cumplir está ah, así que toca poner en práctica todo lo que enseñamos durante la terapia; la autoaceptación realista.

El cuerpo como aliado, no como enemigo

Correr con calor exige una relación distinta con el cuerpo. Hay que prestarle atención: cómo respiro, cómo están mis pulsaciones o cómo me hidrato. Hay que salir con un plan, sí, pero también estar dispuesta a cambiarlo si el cuerpo lo pide. Y eso requiere humildad. Requiere confiar en ti.

Como psicóloga, trabajo mucho con personas que sienten que su cuerpo les falla: ya sea por ansiedad, por dolor crónico o por síntomas que no entienden. Una de las tareas terapéuticas más eficaz pero también difícil de aplicar es poder reconciliarse con el cuerpo. Esto es, no verlo como un obstáculo, sino como lo que nos ayuda a poder cumplir nuestros objetivos. Yo también estoy en ese camino. Y estos entrenamientos me lo están recordando cada día.

Cuando una parte de mí quiere forzar y seguir corriendo sin importar las señales, otra parte me dice: “este no es el camino”. El autocuidado no es pasividad, es una forma activa de priorizarse. En el entrenamiento esto se traduce en saber cuándo parar, cuándo hidratarme o cuándo modificar o el ritmo.

La mente también se entrena

Una de las frases que más repito es que la mente también se entrena. Y puedo dar constancia de ello. Durante estos días calurosos, noto cómo mi diálogo interno cambia si lo trabajo a conciencia. Me he obligado a incorporar pequeñas estrategias que me ayudan a sobrellevar el calor:

  • Visualizar el entrenamiento como una oportunidad, no como un castigo.
  • Recordarme por qué empecé, y conectar con mi motivación.
  • Decirme frases que me animen en lugar de desanimarme

Y algo curioso: cuando logro relativizar y calmar mi mente, el cuerpo responde mejor. No porque desaparezca el calor, sino porque dejo de luchar contra lo inevitable y empiezo a aceptar lo que hay. Eso en sí mismo es liberador.

El valor simbólico del calor

Desde la psicología también podemos mirar el calor como un símbolo. El calor agota, exige, y transforma. Igual que los procesos de cambio personal. Cuando nos enfrentamos a una situación difícil —una ruptura o una périda—, sentimos esa incomodidad interna parecida al calor: queremos escapar de él, pero no podemos.

Pero a veces, atravesar el calor nos hace más fuertes. Nos permite descubrir recursos que no sabíamos que teníamos. Nos obliga a bajar el ritmo, a mirar dentro, a priorizar lo esencial.

Entrenar con calor me está enseñando eso. A veces no es el entrenamiento perfecto, ni el más rápido, ni el más largo. Pero sí es importante. Porque me hace más resistente, en todos los sentidos.

Cierro con algunas claves que me están ayudando

Quiero compartir, como cierre, algunas herramientas que estoy usando estos días para entrenar con calor:

  1. Entrenar temprano

    Evitar las horas centrales del día es importantísimo.

  2. Hidratación

    No solo durante la carrera, sino también antes y después. Añadir electrolitos si el calor es muy intenso.

  3. Ropa técnica y protección solar

    Parece obvio, pero elegir bien la ropa es clave. El protector solar es obligatorio, tanto en la cara como en el cuerpo.

  4. Flexibilidad mental

    Ajustar las expectativas, saber que no todos los días serán iguales.

  5. Mensajes de apoyo

    Practicar un lenguaje interno motivador y realista.

Este es solo el comienzo de mi preparación. Sé que me esperan muchas más etapas y aprendizajes. Pero empezar por aquí me parece una metáfora perfecta del viaje que tengo por delante.

Nos leemos en la próxima entrada, pero si te interesa, te dejo este enlace en el que puedes ver más ejemplos sobre cómo afrontar una maratón.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

PHP Code Snippets Powered By : XYZScripts.com
Scroll al inicio