Correr una maratón, un trail de montaña o cualquier carrera de larga distancia no es solo un desafío físico. Es, ante todo, una prueba mental. No importa cuánto se haya entrenado el cuerpo: si la mente no está preparada para convivir con el cansancio, la incertidumbre o el malestar, es probable que la experiencia se convierta en una lucha constante contra uno mismo.
En este contexto, hay una habilidad psicológica clave que marca la diferencia entre quienes abandonan y quienes siguen adelante: aprender a estar cómodo en la incomodidad. Una capacidad que se entrena y lo más importante, se traslada también a muchas otras áreas de la vida.
¿Por qué es importante ganar comodidad en la incomodidad?
Cuando hablo de “incomodidad” en el entrenamiento para una carrera de resistencia, no me refiero al dolor muscular o al esfuerzo físico. También hablo de:
- La pereza de salir a entrenar cuando hace frío o llueve.
- La frustración de no conseguir el ritmo esperado.
- El miedo al fracaso o a no estar preparado.
- Las dudas que aparecen antes de una tirada larga.
- El malestar emocional de convivir con pensamientos negativos.
Estas experiencias son parte del proceso. No indican que algo vaya mal, sino que el cuerpo y la mente están saliendo de su zona de confort para adaptarse a la situación. Sin embargo, si no aprendemos a tolerarlas vamos a correr el riesgo de bloquearnos o abandonar.
El papel de la mente en los deportes de resistencia
Cuando corremos, y a medida que pasan los kilómetros, el cuerpo va acumulando fatiga. No obstante, es la mente la que muchas veces dice “para”. El diálogo interno se vuelve más exigente: “¿por qué haces esto?”, “no vas a llegar”, “estás perdiendo el tiempo”. Si no hemos entrenado la tolerancia a la incomodidad, es fácil que esos pensamientos ganen terreno.
Por el contrario, quienes han trabajado el aspecto mental aprenden a no entrar en lucha con ese malestar. Saben que forma parte del camino, y que si lo aceptan y lo integran, se vuelve más manejable. Va a haber dolor, lo único que hay que hacer es aprender a manejarlo. Exactamente igual que en la vida
Como psicóloga, suelo decir que el objetivo no es eliminar la incomodidad, sino aprender a estar con ella. Aunque queramos, la incomodidad no va a desaparecer.
Cómo se entrena la comodidad en la incomodidad
A continuación, te comparto algunas estrategias psicológicas que pueden ayudarte si estás entrenando para una carrera de larga distancia o si simplemente quieres desarrollar esta capacidad para otros aspectos de tu vida:
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Normaliza el malestar
El primer paso es entender que sentir incomodidad no significa que estés fallando. Sentir cansancio o experimentar emociones desagradables forma parte del proceso. Evitarlo solo incrementa el sufrimiento. En cambio, aceptarlo como parte del camino permite seguir avanzando con mayor calma. También es importante mentalizarse de que hay momentos que van a ser muy duros, no es positivo pensar que vas a ser la excepción y no vas a estar cansado o no vas a sentir dolor en algún momento u otro.
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No olvides tu propósito
¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué te motiva a correr, entrenar o enfrentarte a este reto? Tener un “para qué” ayuda a poner todo en perspectiva en los momentos duros. El propósito le da sentido a la incomodidad.
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Entrena tu atención en el presente
Una de las mayores fuentes de malestar mental durante una carrera es anticipar el futuro: cuánto queda, si serás capaz, si no vas a poder terminar. En cambio, si llevas tu atención al aquí y ahora —a tu respiración, a la zancada, al siguiente kilómetro— reduces la ansiedad y mejoras tu rendimiento. La incomodidad no desaparece, pero deja de ser tan amenazante.
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Cuida tu diálogo interno
La forma en que te hablas influye directamente en tu estado emocional. En lugar de frases como “no puedo más” o “esto es una locura”, prueba con “solo un paso más” o “estoy cansado, pero puedo con esto”. Hablarte con firmeza es un entrenamiento en sí mismo.
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Expón tu mente a pequeñas incomodidades diarias
No esperes al día de la carrera para enfrentarte a lo difícil. Introduce pequeños actos en tu rutina: salir a correr cuando no te apetece, entrena sin música o madruga aun cuando puedas entrenar más tarde. Estas prácticas fortalecen tu tolerancia mental al malestar y la hacen más accesible cuando realmente la necesites. En vez de huir de la incomodidad, impleméntala.
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Rodéate de personas que también se retan
Compartir tu experiencia con otras personas que entrenan o que están viviendo lo mismo te ayuda a sentirte comprendido. Ver que no estás solo funciona como un antídoto contra el desánimo.
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Valora el proceso, no solo el resultado
Si solo valoras el día de la carrera o la marca final, vas a considerar toda la incomodidad previa como algo desagradable. En cambio, si empiezas a disfrutar el camino —cada entrenamiento, cada paso intermedio— tu motivación no va a desaparecer.
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Se consciente de cada vez que estuviste en la incomodidad
Reconoce el día que saliste a correr con cansancio o el día que aguantaste una tirada larga con mucho calor o frío. Esas también son victorias.
Lo que aprendes en una carrera se traslada a la vida
Una de las cosas más valiosas del deporte es su capacidad de enseñarnos lecciones aplicables a otras áreas de la vida. Cuando entrenas para tolerar la incomodidad, estás fortaleciendo también tu capacidad de afrontar problemas, tomar decisiones difíciles o salir de relaciones que ya no te hacen bien.
Porque la vida, como las carreras de larga distancia, tiene momentos duros. Pero si aprendes a no temer la incomodidad, tu confianza se multiplica.
En resumen
Aprender a estar cómodo en la incomodidad no significa dejar de sentir malestar, sino dejar de verlo como un obstáculo y empezar a verlo como una parte natural —y necesaria— del camino hacia cualquier meta.
Es una habilidad que se entrena, que se construye paso a paso y que transforma no solo la forma en la que corres, sino también la forma en la que vives.