Semana 6/16 de la preparación de la maratón de Berlín

Preparar una maratón es una metáfora de muchos procesos psicológicos: ilusionarte con una meta, dar los primeros pasos con entusiasmo y encontrarte con tus límites —físicos, emocionales y mentales— en el camino. Como psicóloga y corredora aficionada que está entrenando para la Maratón de Berlín, me encuentro ahora justo en esa fase en la que la novedad ha desaparecido, y la rutina del entrenamiento empieza a pesar.

Ya no estoy en los comienzos, cuando todo era emocionante. Tampoco estoy cerca del día de la carrera, donde la adrenalina empieza a jugar a favor. Estoy en esa fase central, prolongada, y muy repetitiva. La que no suele verse en redes sociales. La que, psicológicamente, más pone a prueba tu constancia y tu capacidad de sostenerte incluso cuando no hay recompensa inmediata. Esa etapa donde, como en muchas situaciones vitales, la realidad te alcanza.

Desde mi mirada como psicóloga, quiero compartirte cómo trabajo mentalmente esta fase del proceso. Tal vez tú también estés en una fase así: no en una maratón literal, pero sí en una maratón profesional, personal o emocional que requiere seguir aunque no haya chispa. Aquí algunos puntos clave que estoy enfrentando y cómo los abordo.

La motivación puede desaparecer, y no pasa nada

Cuando comencé a entrenar, todo era novedad. Nuevas rutas, nuevas sensaciones, nuevos objetivos. La dopamina me acompañaba. Pero ahora, tras varias semanas de entrenamiento, la motivación va y viene. Hay días que no te apetece correr. Días que el cuerpo pesa, la mente protesta, y la pregunta inevitable es: “¿Para qué me he metido en esto?”

Como psicóloga sé que la motivación no es un estado permanente. Esperar que siempre esté presente es poco realista. En cambio, me apoyo en la disciplina y en mis objetivos: en lo importante que es para mí completar este reto, en lo mucho que significa sostener algo hasta el final, en lo que quiero demostrarme.

Estrategia práctica: He dejado de preguntarme si tengo ganas de correr. No es una cuestión de ganas, sino de decisión. He cambiado el “¿quiero entrenar hoy?” por el “¿a qué hora entreno hoy?”. Reducir la carga mental ayuda a mantener la constancia. De la misma manera que como varias veces al día (y no me lo planteo), me lo tomo de igual manera con los entrenamientos.

Verás cómo todo el mundo se va de vacaciones… y tú sigues entrenando

Entrenar para una maratón implica organización, constancia y renuncias. Mientras tus amigos o familiares empiezan a disfrutar del verano y del descanso, yo ajusto mis rutas para evitar el calor, organizo viajes en función de si podré correr allí y cambio el concepto de “descanso” por “día de entrenamiento suave”.

Esto puede generar frustración o incluso envidia. ¿Por qué yo no me relajo como los demás? Pero aquí el trabajo interno es esencial: he elegido esto, y como toda elección, conlleva dejar otras cosas fuera.

Estrategia práctica: Redefino el concepto de descanso. Si entrenar es una elección alineada con mi objetivo, entonces también me estoy cuidando. Además, planifico pequeños placeres compensatorios: una comida después de la tirada larga o pasar la tarde en la piscina.

Sentirás culpa: por decir que no, por priorizarte, por no estar disponible siempre

Este es uno de los puntos que más trabajo conmigo misma y que también aparece en consulta con muchos pacientes: la dificultad para priorizarnos sin culpa. Entrenar una maratón exige tiempo, y a veces ese tiempo choca con planes sociales, cenas, escapadas o simplemente estar disponible para otros.

Decir “no puedo, tengo que entrenar” genera culpa, ya os lo digo yo. ¿Estoy siendo egoísta? ¿Estoy dejando de lado a personas? Pero aquí aparece una de las lecciones más potentes del proceso: aprender a tolerar la culpa sin dejar de cuidarme.

Estrategia práctica: Cuando aparece la culpa la dejo estar sin que decida por mí. A veces diré que no. A veces diré que sí, aunque eso signifique ajustar o saltarme un entrenamiento. Lo importante es que la elección sea consciente, no automática.

A veces no verás el progreso… y eso puede desmotivarte

Uno de los grandes enemigos del largo plazo es la falta de resultados visibles inmediatos. Entreno cinco o seis días por semana. Sudo, me esfuerzo, planifico. Pero no siempre corro más rápido, ni me siento más fuerte. A veces me siento estancada. O incluso retrocedo. El cuerpo tiene sus ritmos, y la progresión no es lineal.

Aquí conecto con la importancia de saber sostener un proceso aunque no tenga frutos visibles todavía. Como en terapia, el progreso muchas veces es invisible desde fuera, pero crucial.

Estrategia práctica: Llevo un registro de mis entrenamientos. A veces miramos solo una pequeña parte, pero si vemos la gráfica vemos claramente que es ascendente.

¿Qué enseña esta fase de la maratón sobre la vida?

Esta etapa del entrenamiento —en la que ya no hay novedad, pero todavía no se ve la meta— es muy parecida a muchas situaciones vitales: la mitad de una carrera profesional, la crianza o una relación de pareja estable. Cuando ya no hay emoción por la novedad ni recompensas inmediatas, lo que sostiene es la conexión con el propósito y la capacidad de sostenerte sin depender de la motivación externa.

Como psicóloga, esta fase me permite observarme y entenderme. Y también me permite aprender como psicóloga. Sé lo que es sostener algo sin garantías. Y sé lo que se siente cuando la realidad te alcanza.

Correr la maratón de Berlín no será solo cruzar una línea de meta. Será haber aprendido a vivir cada una de estas fases, a convivir con la incomodidad y a avanzar sin ver siempre resultados. Y, sobre todo, será haberme demostrado que puedo seguir cuando la motivación desciende.

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