Imagina que has visto la mitad de una película que no te gusta, pero decides seguir viéndola solo porque ya has invertido tiempo en ella. ¿Te suena familiar? Lo que estás experimentando es la falacia del coste hundido, un fenómeno psicológico que nos lleva a continuar invirtiendo tiempo, dinero o esfuerzo en algo, incluso cuando la lógica nos dice que deberíamos dejarlo atrás.
Ahora cambia película por proyecto personal, que es un hecho mucho más ambicioso y con más impacto emocional. Las probabilidades de que continues con ese proyecto, a pesar de que no es rentable en términos económicos o sentimentales, son altas. En esta situación también aplica la falacia del coste hundido.
¿Qué es la falacia del coste hundido?
La falacia del coste hundido ocurre cuando tomamos decisiones futuras basándonos en los recursos ya invertidos, aunque estos no puedan recuperarse. En lugar de evaluar nuestras opciones de forma objetiva, nos enfocamos en el miedo a «desperdiciar» lo que ya hemos gastado. En otras palabras, seguimos apostando por algo que ya no tiene sentido, simplemente porque no queremos aceptar las pérdidas. Estas pérdidas pueden ser económicas, sentimentales o cuestión de tiempo.
¿Por qué caemos en esta falacia?
Hay varias razones por las que caemos en la falacia del coste hundido:
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Miedo a la pérdida
Como seres humanos, tendemos a evitar las pérdidas más de lo que disfrutamos las ganancias. La idea de haber «perdido» lo invertido nos resulta difícil de aceptar. Por eso, seguimos adelante, esperando que la situación mejore. El miedo es el principal motivo que nos impide actuar de acuerdo a nuestros principios. Miedo al abandono, miedo al futuro, miedo a la incertidumbre. El miedo es la gasolina que alimenta los pensamientos negativos y rumiativos.
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Sesgo de compromiso
Cuanto más comprometidos estamos con algo, más difícil es abandonarlo. El esfuerzo invertido crea una sensación de responsabilidad y nos hace sentir que dejarlo sería un fracaso.
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Orgullo y ego
Aceptar que hemos tomado una mala decisión puede afectar a nuestra autoestima. Reconocer que algo no está funcionando hace que sigamos prefiriendo seguir invirtiendo en lugar de admitir un error.
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Esperanza de revertir la situación
A menudo, mantenemos la esperanza de que las cosas mejoren con un poco más de esfuerzo. Creemos que, al final, nuestra inversión dará frutos, incluso si todas las señales apuntan en la dirección contraria.
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Inversión emocional
No solo invertimos recursos tangibles, sino también emociones. Estamos emocionalmente conectados a proyectos, relaciones o metas, lo que hace que sea aún más difícil abandonar.
¿Cómo evitar caer en la trampa?
Reconocer que hemos caído en la falacia del coste hundido es el primer paso para evitar que controle nuestras decisiones. Aquí hay algunos consejos para prevenirlo:
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Evalúa el futuro, no el pasado
A la hora de tomar una decisión, concéntrate en lo que puedes ganar o perder a partir de ahora. Los recursos ya invertidos no se pueden recuperar, por lo que no deben influir en lo que decidas hacer a continuación.
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Sé consciente de tus emociones
Date cuenta de cómo tus emociones están influyendo en tu pensamiento. A veces, necesitamos tomar una distancia emocional para ver con claridad lo que es mejor para nosotros.
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Acepta las pérdidas
Aceptar que una inversión no ha dado resultados puede ser doloroso, pero es necesario para avanzar. Reconoce que aprender de los errores es parte del crecimiento personal y profesional.
La falacia del coste hundido es una trampa mental que todos enfrentamos en algún momento de nuestras vidas. Ya sea en proyectos laborales, relaciones personales o incluso decisiones cotidianas, es importante aprender a identificar cuándo estamos aferrándonos a lo irrecuperable. ¿Quién no ha estado en una relación años sabiendo que en realidad tenía que haber terminado hacía tiempo? ¿Quién no ha estado años estudiando una carrera que desde el principio te desmotivó? Estas decisiones son difíciles de tomar, pero una vez tomadas, no suelen ser causa de arrepentimiento.